Sucede a menudo que, cuando un niño juega con otro con
discapacidad, los padres se sienten orgullosos y tienen la necesidad de alabar
esa amistad. Es entonces cuando podemos escuchar expresiones del tipo: “Cariño,
eres tan maravilloso!”, “Eres la persona más buena que conozco”, “¡Qué
linda eres!”, “Tienes un corazón de oro”, “Estoy tan orgulloso de
ti”.
© Paula Verde
Francisco
Y sí, es cierto, no todos los niños se toman la
molestia de frenar su ritmo de juego para incluir a en él a niños como los míos
(tengo una hija con Síndrome de Down y otra con parálisis cerebral). Soy
consciente de ello, así que cuando tu hijo juega con alguno de los míos me
siento muy feliz. Siento una enorme gratitud hacia tu hijo o hija. Y por
supuesto que quiero potenciar esa amistad, al igual que creo que también tú lo
deseas.
Pero, ¿quieres que sea sincera contigo? Lo último que
quisiera es hacerte sentir mal por ello, pero me gustaría que pudieras entender
lo que algunos de esos cumplidos significan para mí, como madre de un niño con
discapacidad. Cuando le dices a tu hijo lo estupendo que es por jugar con el
mío, en ese mismo instante, tu hijo pasa de ver simplemente a un amigo, a
percibir a niños como el mío como diferentes, como alguien definido por su
discapacidad, como alguien que, de alguna manera, es imperfecto, y con quien
sólo una persona excepcional jugaría o querría ser su amigo. Ya sé que no es
eso lo que estás tratando de decirle, lo sé, pero, desgraciadamente, eso es lo
que significa para él.
Animas a tus hijos a que sean amigos de cualquiera y a
abrazar la diferencia, y yo te lo agradezco enormemente. Por desgracia, con ese
tipo de alabanzas sobre lo excepcionales que son por jugar con mi hijo, les
estás transmitiendo dos tipos de ideas:
- Estás basando el peso de esa amistad en tu hijo y lo maravilloso que es. El amigo con discapacidad pasa a ser el objeto pasivo sobre el que se proyecta esa grandeza.
- Estás transmitiendo una visión que separa y convierte a quienes tienen una discapacidad en “menos que” aquellos sin discapacidad: “ellos son discapacitados, ellos son diferentes, pobres de ellos, nosotros debemos ayudarles”.
De repente,
me hace sentir que el hecho de que tu hijo juegue con el mío, tiene más que ver
con la pena que con la amistad. ¿Le dirías
esas cosas a tu hijo por jugar con un niño “ordinario”? Seguramente no. Nuestras palabras son muy poderosas. Modelan a nuestros niños, sus
actitudes, sus percepciones.
© Paula Verde
Francisco
A todos nos gusta demostrarles a nuestros hijos lo
orgullosos que estamos de ellos. Todos queremos animarles cuando observamos
conductas positivas y reforzarlas. Pero el hecho de jugar con un niño con
discapacidad no debería ser contemplado como algo heroico o excepcional.
Sentíos orgullosos de que sean capaces de ver al amigo antes que a la
discapacidad y ayudadles a mantener eso, por favor. Podéis hacerlo sin recurrir
al halago y en su lugar hacer preguntas acerca de esa amistad, preguntas que
suenen más como: “Te he visto jugando con Nicole, ¿a qué estabais jugando?”,
“Eh, he visto a Carlos reírse contigo, ¿le estabas contando tus nuevos
chistes de toc-toc?”, “¿Qué es lo que más te gusta de jugar con Micah?”.
¿Si está bien sacar a relucir las diferencias? Si
resulta necesario, ¡por supuesto! Puede que incluso tu hija te pregunte, por
ejemplo, por qué resulta difícil entender a la mía, que tiene Síndrome de Down,
cuando habla. Créeme, si tus hijos se plantean preguntas, las harán seguro.
Pero resulta muy diferente que un padre diga “Eres maravilloso por jugar con
Nina porque tiene parálisis cerebral”, a cuando dice: “Cariño, ¿le has
preguntado a Nina si quería jugar otra vez al pilla-pilla? Me ha parecido que
estaba algo cansada y que le costaba seguirte”.
Enseñémosles a nuestros hijos que jugar con otros
niños, incluso con aquellos que tienen alguna discapacidad, tiene que ver con
la amistad. Con la amistad verdadera.
Si quieres alabar a tu hijo por ser un buen amigo, hazlo entonces por las
mismas razones que lo harías cuando interactúa de forma positiva con cualquier
otro amigo, independientemente de sus capacidades.
- “Eres la persona más buena que conozco, ¡le has dado a Charlie tu última chuche!”
- “Eres tan maravillosa, cariño, me encanta esa canción que le estabas cantando a Tina, le has hecho sonreír a ella y a mí todavía más. ¿Puedes cantármela otra vez?”
- “Qué lindo eres. Me encanta que seas tan bueno con todos tus amigos.”
- “Tienes un corazón de oro. Yo me habría enfadado si mi amigo se riera de mí, pero tú te lo has tomado a broma y has seguido jugando.”
Éstos son
los valores que debemos fomentar en nuestros niños.
© Paula Verde
Francisco
Y sigue el ejemplo de tu hijo, haz nuevos amigos, tal
vez incluso alguno con una discapacidad. No, no serás por ello una persona
excepcional, simplemente serás un poco más afortunado por contar con un nuevo
amigo.
Autora: Ellen Stumbo